Conferencias
2012
Carmen Hernández.”, en el marco de la clausura de la exposición Aula 7. Escuela de cuadros y pepas del Comando María Moñitos de la artista Argelia Bravo, Caracas: Museo de Arte Contemporáneo, viernes 31 de agosto a las 6 PM, disponible en: https://drive.google.com/open?id=1uJxSL9K_yDVyz47LPviK-oJw6YDNAkuJ. Publicada en VADB. Arte Lainoamericano Comtemporáneo en: https://vadb.org/articles/style-definitions-p-msonormal-li-msonormal-div-msonormal-mso-style-parent-margin-0cm-margin-b
2016
Carmen Hernández. 2016. “Arte femenino / arte feminista: reflexión desde la crítica cultural”, Jornadas de Investigación de Unearte. Saberes y creación artística en la soberanía cultural, Mesa Arte y sociedad: arte, salud y diversidad, Aula 7, C.E.C.A. Plaza Morelos, Unearte, 26 de octubre de 2016, 1:30 PM, disponible en: https://drive.google.com/file/d/16TV-HQjiy1mVYU3ISWUYy2BqwPwvcuyB/view?usp=sharing
2017
CARMEN HERNÁNDEZ | PONENCIA | Seminario Fundación Cisneros 2017 Centro Cultural Chacao, 17 de marzo de 2017 |
CARMEN HERNÁNDEZ Y SOFÍA HERNÁNDEZ CHONG CUY | Conversatorio | Seminario Fundación Cisneros 2017 Centro Cultural Chacao, 17 de marzo de 2017 |
Carmen
Hernández
Conversatorio sobre el futuro del arte, Muestra, cuenta o Muestras que cuentan.Sistemas en los sesenta, exhibiciones de los noventa, proyectos para el 2020. Seminario Fundación Cisneros, marzo de 2017
Conversatorio sobre el futuro del arte, Muestra, cuenta o Muestras que cuentan.Sistemas en los sesenta, exhibiciones de los noventa, proyectos para el 2020. Seminario Fundación Cisneros, marzo de 2017
“El hombre es un animal político porque es un
animal literario, que se deja apartar de su destino “natural” por el poder de
las palabras”
Jacques Rancière
Es posible que mi diagnóstico sobre
el “arte” hoy en día y en un futuro próximo no sea muy optimista, dependiendo
de mi particular exigencia de diferenciar las prácticas artísticas según su
funcionalidad y contextualización, desde el consenso o el disenso.
Entre el disenso y el consenso de las prácticas artísticas
Creo que las prácticas artísticas del
disenso como forma de conocimiento representan
un potencial significativo de orden comunicacional por sobre aquellas más
asociadas al consenso que se someten
a relaciones de poder para dejar “todo igual” e inscribirse en procesos de
legitimación desde la recreación de una sensibilidad instituida, ya sea desde
el ensimismamiento individual próximo a la “decoración de interiores” (según
Tania Bruguera) o desde las “declaraciones forzadas” de las narrativas
políticas patrocinadas (según Luis Camnitzer). Estas posturas cómodas que
coquetean con las tensiones del sistema artístico, parecen enfrentarnos a la
terapia que representa la catarsis narcisista por un lado, y a la banalidad
vacía de una literalidad conformista, por otro.
Prácticas artísticas del disenso
Más allá del narcisismo y la
banalidad, se sitúan aquellas prácticas que he identificado como “insubordinación
cultural” y que no obedecen a una instrumentalización programada, pues en su condición de discursividades que asumen posiciones
críticas frente a la redistribución del poder, desconstruyen
los saberes instituidos y plantean nuevas relaciones sociales desde una
autoconciencia de sus posibilidades de existencia y de intervención, que
estimula una mirada contextualizada hacia
su comunidad, ya sea territorial o simbólica. Estas prácticas asumen una
actitud de rebeldía frente a la ortopedia representada por diversos factores y:
1º cuestionan los modelos
culturales hegemónicos que inhiben las transformaciones sociales;
2º se resisten a la
reducción de la obra a un objeto mercantil, mercadeable y museable,
descontextualizado y reducido a su valor de cambio y de prestigio dentro del
mercado de bienes culturales;
3º y rechazan la
reducción del trabajo del artista como un simple “hacedor de objetos”,
despolitizando su labor como constructor de sentido.
Desde su rebeldía, estas prácticas se
oponen a la vigencia del sistema moderno del arte como representación que
ejerce un rol diferenciador en lo social y en el sistema valorativo de mercado,
cuando se asignan diferencias distintivas entre los sujetos y se jerarquizan
los objetos culturales.
Su acción
política o de intervención puede ser entendida como la manera de ofrecer
visibilidad a aquellas formas residuales que han quedado postergadas por los
modelos dominantes, ya sea como mecanismo de memoria o de problematización de
las representaciones instituidas, asociadas a diversos problemas identitarios,
o como estímulo de actividades meramente
lúdicas que ponen en duda el productivismo hegemónico.
También se
plantean investigar la “naturaleza” misma del arte o su conformación
institucional, rechazando la autorreferencialidad heredada del formalismo
constructivo que favorece la idea de “universalidad” o “estilo internacional”.
Asimismo, estas
prácticas artísticas insubordinadas asumen una labor interpretativa que
cuestiona el canon como mecanismo modelizador (no exento de un perfil andro y
etnocéntrico), y a la vez, se proponen estimular negociaciones constantes que
favorezcan la distensión del sistema artístico y sus políticas de representación,
con lo cual ofrecen muchos elementos para el análisis de las dinámicas
sociales.
Desde este posicionamiento, creo que la noción de “arte
útil”, recurrente en las reflexiones de Bruguera y Camnitzer, resulta propicia.
Bruguera
plantea que:
“El Arte Útil pasa del
estado de proposición al de aplicación en lo real. Tiene que ver con comprender
que las propuestas que proceden del arte tienen que dar su siguiente paso y ser
aplicadas, que tienen que dejar la esfera de lo inalcanzable, de la
imposibilidad deseada, para ser parte de lo existente, de la esfera de lo real
y funcional; ser una utopía realizable” (2012: 194).
De manera similar Camnitzer señala
que:
“La parte útil del arte
es la de activación de la gente que normalmente está en el proceso de consumo.
Esa es su tarea: desafiar un estereotipo convencional en el que no hay sitio
para la subversión. Subversión no en el sentido de terrorismo, sino en el de
estudiar sistemas de orden, para ver si todavía son viables y si hay sistemas
alternativos que puedan funcionar mejor” (Camnitzar entrevistado por Delacoste,
Gabriel, Lucía Naser y Santiago Mazzarovich, 2016).
Y Camnitzer nos advierte que
“Quizás, en el día de hoy, el único
camino que nos queda transitable hacia una utopía sea el de mantener viva la
facultad de especular, no de que sea cierto, sino sobre la posibilidad de que
sea cierto” (2009: 59), con lo cual nos queda esa tercera opción de la
infiltración, que puede entenderse también como la rebeldía de las políticas de
representación que renuevan constantemente sus estrategias para evitar posturas
fijas y atender la continua despolitización institucional
y las tendencias canonizantes.
Desde los
marcos institucionales o fuera de ellos, las prácticas artísticas que asumen un juego constante de
infiltraciones provisorias favorecen un futuro promisorio.
La institucionalidad: una polaridad política y espacial
Pero el futuro del arte no depende solamente
de los posicionamientos de la producción artística, sino también de la
institucionalidad conformada por los espacios físicos y simbólicos, porque debe
incluirse ese ámbito público de transacciones simbólicas que representa también
la crítica, la academia, la terminología teórica y todos los agentes que
constituyen el escenario artístico. De acuerdo a las trazas de poder visibles
hoy en día y según el alcance de la política como “la actividad que reconfigura los marcos sensibles en el seno de los
cuales se definen objetos comunes” (Rancière, 2010: 61), el futuro del arte en
nuestro contexto no es esperanzador, pues experimentamos una polarización que
invisibiliza el disenso.
Creo que en nuestro país abundan
miradas epidérmicas que han hecho del “arte político” un panfleto bifronte, de
fácil digestión, que recurre a la apropiación de elementos históricos –de la
memoria heroica en muchos casos- para cuestionar o fortalecer narrativas
partidistas. La crítica, cuando emerge, se caracteriza por los comentarios
acotados a las obras exhibidas, evitando contextualizaciones en un marco amplio
de sentido y más bien sostiene una polarización discursiva, y así, por lo menos
en Caracas, el campo artístico parece dividirse entre quienes se desplazan
territorial y simbólicamente por el Este o el Oeste de la ciudad.
Aunque muchos artistas y curadores
se conectan entre sí de manera personal, el consumo del arte recibe la marca
del espacio dividido entre el “circuito” de espacios privados y los museos del
estado. Las tensiones se experimentan en las redes sociales y de manera más
palpable en la invisibilidad del “otro” en proyectos específicos, aunque afortunadamente,
no faltan algunos infiltrados.
Esta polarización marcada por
prejuicios de la política en términos fácticos, se sustenta en una
emocionalidad no carente de prejuicios que afecta de manera particular a los
actores sociales, pero no al orden institucional.
Las galerías y los museos continúan
ejerciendo sus funciones expositivas, pero hay un amplio contingente de
integrantes del campo artístico que ya no ejercen un rol significativo, porque
se han debido dedicar a otras funciones o han abandonado el país. Aunque se han
creado espacios autogestionados por artistas y curadores, finalmente tampoco estas
iniciativas logran evadir totalmente esta tensión que afecta los modos del
hacer y su circulación e interpretación. A esto se suma la carencia de
publicaciones especializadas producto de diversos factores materiales y
políticos.
Tal vez lo más preocupante es la
creciente diáspora y desprofesionalización del campo institucional que deja a
las generaciones más jóvenes sin asideros referenciales, tanto en la producción
artística como intelectual. Es decir, hay muchas curadurías realizadas por
personas que desconocen las tensiones propias del arte contemporáneo y que
estimulan diálogos inconexos por el puro deseo de exhibir a los “amigos de la
casa”, con lo cual tanto en el este como en el oeste, no hay conflicto
interpretativo. Pero ese nuevo “todo
vale” es justificado por una suerte
de complicidad silenciosa.
Una institucionalidad polarizada
como una forma de poder ha contribuido a minimizar el diálogo reflexivo para
dar paso a los comentarios a favor o en contra del escenario político, que
finalmente no asumen posturas abiertamente críticas capaces de dinamizar el
escenario.
Es posible que todo esto sea
producto de confusiones entre: el arte
político y el arte como política
(entendiendo la política como posibilidad de cambio y no como postura
partidista), lo cual ha sido visible sobre todo en la lucha por
apropiarse del imaginario bolivariano y heroico, la cual ha impulsado por lo
menos tres posturas:
- las declaraciones forzadas capitalizadas por las demandas partidistas a favor o en oposición al gobierno (los comentarios son explícitos)
- las críticas históricas a la construcción del poder que son capitalizadas por un mercado que favorece lo político como crítica al gobierno (los comentarios son más crípticos y muchas veces realizados por historiadores reconocidos)
- la crítica hacia modelos patriarcales, como la violencia de género que circula de manera alterna o fuera de los marcos institucionales (los comentarios son escasos o marginales y las obras pueden activar rechazo)
Es posible que el interés por la
imagen o el ideario bolivariano desde una mirada iconoclasta, obedezca a la
necesidad de reflexionar sobre el desencanto derivado del fracaso de los
proyectos modernos nacionales, además de una crítica al patriarcalismo o al
colonialismo, que cuestionan la coherencia del mito heroico y subrayan su
carácter construido. Pero los comentarios sobre estas obras más bien se han concentrado
en una crítica al poder oficial y no develan las tensiones que representa el imaginario
bolivariano desde la fundación del estado-nación, que nos han heredado por lo
menos tres contradictorios principios, todavía vigentes:
- la idea de progreso,
- la encarnación del principio
patriarcal y
- la integración latinoamericana (según
Christopher Conway).
Estimular la crítica
Frente a este panorama, creo que es
necesario estimular la crítica porque las mediaciones representan mecanismos
poderosos que afectan la “buena salud” del arte. No se puede diagnosticar el
futuro sin tomar en cuenta las condiciones materiales y simbólicas que facilitan
su inserción en el espacio público, incluyendo los actores sociales que
determinan su circulación, interpretación y valoración, quienes pueden alterar
su sentido.
Creo que es posible atender las mediaciones
desde el ejercicio de una crítica capaz de comprender las paradojas sensibles y
contextuales. Por ejemplo, los procesos de desmaterialización experimentados
por las prácticas artísticas desde mediados del siglo XX, no solo se enfocaron
en denunciar la obra de arte como mercancía, sino también en evidenciar los
anclajes que desmovilizaban su sentido crítico, como sucede cuando el graffiti se exhibe en el museo fuera de su
contexto de naturaleza ilegal.
La buena salud del arte hoy en día
deriva del sentido ético de saberse inscrito en un contexto específico de
valores asociados a afectos, deseos y necesidades que aspiran consolidar
sentimientos de pertenencia que van más allá de los logros y privilegios individuales
frente a los andamiajes de poder.
El futuro del arte (como posibilidad de encuentro) no es lo mismo que el arte del futuro (posible cómplice de los valores instituidos)
Desde la perspectiva del poder
pudiéramos decir que el futuro del arte tiene muchas posibilidades de actuar en
lo social estimulando relaciones más estrechas entre las personas, más allá de
la “estetización de la vida” que rechazó Walter Benjamin y que otros pensadores
contemporáneos celebran.
Tal vez pudiéramos presenciar una estética de lo
erótico asociada a una feminización del mundo que, por su actitud nómada y
vitalista, se concentraría más en acciones empíricas y colectivas orientadas a
impulsar lo imaginario, onírico colectivo y lúdico, sin someterse a las leyes
de la razón instrumental para enfocarse en el disfrute común de una razón
interna.
Una forma
de feminización del mundo derivada de una razón sensible e integral, abarcaría
a aquellas propuestas que no se inscriben en modalidades fijas y que favorecen
interpretaciones múltiples e incluso paradójicas, estimulando procedimientos
alegóricos o metafóricos. Se trata de obras polisémicas, anticanónicas, sin
objetivos precisos de reconocimiento institucional, marcadas por el goce de
compartir, desplazando la autoridad trascendente de la autoría por la del
individuo como un simple mediador inserto en su contexto social.
Con
relación a este postura, me parece acertado mencionar la visión de la “Caosmosis”
de Felix Guattari, que de manera semejante a la estética de la
existencia de Michel Foucault y de Joseph Beuys, representa “implicaciones
ético-políticas, porque hablar de creación es hablar de responsabilidad de la
instancia creativa respecto de la cosa creada” (1996 [1992]: 131) desde una
redimensión de los esquemas preestablecidos y comprometiéndose con “el destino
de la alteridad en sus modalidades extremas” (1996 [1992]: 131), lo cual
implica el cuidado de sí mismo y una proximidad al otro de manera integral.
Tal vez la eficacia del arte no resida en recobrar esa subjetividad tribal
que se mimetizaba en la polivocidad de la comunidad, donde lo estético tenía un
sentido ritual, sino en fortalecer el sentido utópico, rebelde, polisémico y
tal vez paradójico de las prácticas artísticas desde el ámbito interpretativo.
El futuro del arte es promisorio si se sostiene un mirada
dialógica y crítica que impida que muchas prácticas asociadas al disenso y
abiertas a la una amplia experimentación no
sean absorbidas por otras instancias como el diseño, la política, la
cultura popular.
Finalmente, creo que todavía la postautonomía, autonomía
relativa o autonomía reformulada (que incluye las prácticas diferenciadas) permite
impulsar nuevos comportamientos y relaciones entre los sujetos, lo cual nos
lleva e imaginar que lo artístico todavía tiene mucho que aportar desde una
razón sensible y crítica frente a las formas institucionalizadas del poder.
Bibliografía:
Bruguera, Tania. 2012. Reflexiones
sobre Arte Útil, Arte actual. Lecturas
para un espectador inquieto, Madrid: Centro de Arte Dos de Mayo, pp.
194-197. Disponible en: http://www.taniabruguera.com/cms/files/reflexiones_sobre_el_arte_util_-_esp.pdf.
Fecha de consulta: 4/3/2017.
Camnitzer,
Luis. 2009. De la Coca-Cola al Arte
Boludo, Santiago de Chile: Ediciones Metales pesados.
Conway, Christopher. 2003, The Cult of Bolívar in Latin American Literature, University Press of Florida,
University Press of Florida. El capítulo “Hugo Chavez and Bolivarian
Nationalism” se encuentra disponible en http://christopherconway.wordpress.com/hugo-chavez-and-bolivar/
Delacoste, Gabriel, Lucía Naser y
Santiago Mazzarovich. 2016. “La obligación de imaginar. Con el artista visual,
ensayista y docente, Luis Camnitzer” (Entrevista), Uruguay: Periódico La diaria (versión digital). Disponible
en: https://ladiaria.com.uy/articulo/2016/5/la-obligacion-de-imaginar/.
Fecha de consulta: 4/3/2017.
Guattari,
Felix. 1996 [1992]. Caosmosis, Buenos
Aires: Manantial.
López,
Miguel Ángel. 2010 “¿Es posible
reconocer el conceptualismo latinoamericano?, Afterall Journal (Online), Revista de arte contemporáneo de la
Universidad de Andalucía a través de su programa UNIA arte y pensamiento, pp.
1-15.
Rancière,
Jacques. 2010. El espectador emancipado,
Buenos Aires: Manantial.
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